Jacinto Fernández.

5:30 de la mañana… Suena el despertador… Jacinto va tomando conciencia conforme el despertador suena más y más insistente, suspira profundo, mientras regresa del mundo de los sueños…
Mira al techo sobre su cama contemplando entre la oscuridad, aquella tan familiar grieta, que le ha acompañado durante los últimos 33 años…
Se sienta sobre la cama, de una manera desganada y pesada, casi podría decirse que mecánica, y poco a poco va volviendo su dolor de espalda, lo recibe con agrio agrado, al igual que ese sabor a centavo, que es la constante en su boca; se da vuelta y baja lo pies, recibiendo el frió del suelo, y sintiendo un pequeño escalofrió, parte de su diario comenzar…
Busca a tientas, entre la oscuridad, sobre su pequeño y modesto tocador, la navaja de rasurar (con la cual le gusta jugar a su muy personal: “ruleta rusa”), tarda un poco, por todo el desorden que esta hecho su tocador (A veces le parece increíble como en un espacio tan pequeño se puedan amontonar tantisimas cosas), pero, finalmente la encuentra; la va desenvolviendo, sacándola de su ya tan gastado paquete -gastado de tanto cumplir su ritual matutino- deja caer su mano izquierda sobre su muslo derecho, con la palma hacia arriba, mientras recuerda una graciosa frase que leyó en algún lado: “Es a lo largo del camino, no cruzando “ muerde un poco la navaja, como seña de su tangibilidad, la quita de sus dientes con sumo cuidado –el simple hecho de pensar en cortarse la boca la produce nauseas-, procede a ponerla a unos milímetros de sus venas, e intenta evocar una sola razón, para no cortarse las venas y desangrarse hasta morir. Suspira (el ritual ha comenzado) y piensa… nada - dice para si- Suspira y piensa… Nada –vuelve a decir- suspira profundo y piensa… maldición! – Exclama con un grito apagado- Antes era más fácil! Suspira y sigue pensando… Nada aun –le dice a la oscuridad- y al terminar esa frase, siente una pequeña opresión en el pecho, que denota la conciencia de que el día ha llegado, no mas razones para vivir…
Mira- dice de nuevo a su cuarto oscuro y vació- pensé que no me importaría cuando este día llegase… ja… -tiene una sonrisa en su rostro- órale… Y con reverencial cuidado, la envuelve de nuevo, la pone sobre el tocador y se levanta para ir a su trabajo…